Sueños
Sentado en un pupitre, como el de una de las escuelas a las que asistió en la infancia, no podía levantar la vista del papel sin sentir la feroz mirada de su madre reclamándole su tremenda estupidez. Necesitaba de disciplina militar como la de su padre para lograr darle valor alguno al pedazo de carne que desgraciadamente había salido de sus entrañas, pensaba ella. A su alrededor se extendía la más vasta llanura que jamás había visto, un pastizal verde amarillento que le llegaba hasta las rodillas y era agitado levemente por el viento al sol del mediodía. El pequeño Sam seguía sin apartar su mirada del papel, lanzando trazos que no lograban marcar la superficie de este. Por un segundo levantó su cabeza y observó la magnificencia del lugar, ahora sentía el viento golpear en su rostro, el pasto le rozaba las piernas con su bamboleante movimiento, sentía ansias de correr hasta el infinito, porque la pradera no tenía fin, estaba sentado en medio de la nada acorralado por su madre y su padre que no le permitían vislumbrar la belleza del paisaje que lo rodeaba. Su padre inmediatamente lo reprendió por su distracción, golpeando fuertemente el pupitre y tomándolo de la mano para señalarle la hoja de papel en blanco.
Escribe bastardo, haz algo -. Sam escribía y escribía sin poder plasmar nada sobre el papel y su padre le seguía gritando, -¿piensas ser un inútil toda tu vida?- Lo tomaba de la cabeza y lo inclinaba hasta casi golpearle con la mesa, sus lágrimas eran lo único que marcaban algo sobre el blanco papel. Con la fuerza que le quedaba y todo el dolor que sentía, se apartó del brazo de su padre, se levantó de la silla y corrió tropezando con su madre y arrojándola al suelo para seguir corriendo, corría derramando lágrimas por el camino, sondeando el alto pastizal que le hería la piel al descubierto y enfrentándose hasta con el aire que estaba en su contra mientras escuchaba en voz de su padre, -Todavía te veo imbécil, no ves que no hay donde esconderse, todavía te veo-.
Entre más se alejaba, más difícil era continuar su escape, las espigas de pasto se enredaban cada vez con mayor fuerza en sus piernas hasta que cayó estrepitosamente al suelo.
En ese momento abrió los ojos y sin saltar de la cama ni mover un solo músculo permaneció sudoroso hasta que su esposa lo vio y al preguntarle si era otra vez el mismo sueño, Red respondió secamente-Si-.
Sam Red llevaba dos meses sin probar el alcohol del que tanto tiempo fue prisionero y ahora estaba sintiendo los síntomas de la abstinencia, ese sueño era el peor de todos los síntomas, comenzó al séptimo día después de dejar la bebida, cada noche después de esa se estremecía en la cama al lado de su esposa Eleonora, que cada vez desconocía mas a su marido y poco a poco le fue aterrando la actitud iracunda que lo invadía cada vez más.
Esa noche mientras cenaban, Eleonora dijo a Sam que una carta de sus padres había llegado, en ella decían que se dirigían a una ciudad cercana y que en el camino pararían a visitarlos, se quedarían una noche y en la mañana continuarían su viaje. Sam no podía creer lo que escuchaba, aquellos seres que despreciaba tanto y espero nunca volver a ver se acercaba irremediablemente a él, y con ello su odio aumentaba cada vez más. Recordaba todo el sufrimiento de su infancia en manos de su padre, y sus brutales castigos, pasando horas en el jardín trasero bajo la lluvia o el sol por espiar sus discusiones, o aquel día que rompió la botella de whisky de su padre y fue sentenciado a latigazos que casi lo matan; su madre, para ella era como si no existiera, solo le interesaba que se comportara bien ante la sociedad, que luciera impecable cuando fuese presentado ante los más altos mandos militares como el magnífico hijo del General, no hacía más que maltratarlo por cada gesto imprudente y golpearle por ensuciarse los zapatos que debían permanecer relucientes ante todo. Era insoportable para Sam la idea de volverlos a ver.
Llegarán en tres días a partir de mañana -dijo Eleonora, quien notaba ya en el rostro de Sam un intenso odio.
No quiero volverlos a ver querida.
Solo será una noche Sam.
Déjame solo Eleonora, vete a descansar.
Al quedar solo se levantó de la mesa para alcanzar la botella de vodka que había ocultado hábilmente hace meses debajo de una de las tablas del suelo, no soportó las ansias y comenzó a beber, se repetía a sí mismo que sería sólo una noche. Después de algunos tragos, decidió dejar para otra ocasión, ocultando otra vez la botella para irse a dormir después de tan perturbadora noticia. Duró la siguiente hora tratando de conciliar el sueño pero no pudo, así que se levantó de su cama y bajó en busca de más alcohol, -seguro que con algo más de vodka podre dormir -se decía-, alcanzó la botella y después de dejar un poco menos de la mitad sintió la llegada del sueño, así que se dirigió a la alcoba y durmió hasta la mañana siguiente.
Al levantarse, Eleonora noto que Sam no se había alterado como solía hacerlo desde hacía varios días, así que cuando despertó le pregunto,
¿Que tal tu noche Sam? ¿Volviste a soñar lo mismo?
No -respondió serenamente-esta vez no he soñado nada, absolutamente nada, dormí plácidamente toda la noche.
La noche anterior había vuelto a encontrar en el alcohol el alivio que había perdido desde que lo dejo. Esa noche cuando su esposa quedó dormida, levanto suavemente las sábanas y salió de la cama para tomarse otros tragos soportando así la agónica espera de la cada vez más próxima visita, pero extrañamente noto al sacar la botella que su nivel era el mismo que antes de subir al cuarto a tratar de dormir la noche anterior, no entendía porque pareciera que nunca hubiera bajado a tomar otros tragos, era ilógico que ese momento no hubiese transcurrido en realidad puesto que él tenía los recuerdos más vívidos y detallados de esa noche, así que mientras consumía del vodka llegó a la conclusión de que lo había hecho soñando, esa era la única explicación posible, -tu mente es la única que puede engañarte de esa manera, -se decía- además los primeros tragos de la noche si fueron reales, y al haber dejado la bebida por tanto tiempo estos propiciaron tan vívido sueño, seguramente si había podido dormir y todo eso fue solo fruto de mi mente, después de todo si era bastante extraño no haber soñado absolutamente nada esa noche-.
Al día siguiente Eleonora se sentía como nunca, el que Sam dejara la bebida fue lo mejor que le había pasado, y ahora era perfecto ya que desde hace dos noche su esposo dormía tranquilamente y parecía que los terribles sueños que le agobiaban ya eran cosa del pasado. Esa mañana lo recibió a desayunar con tal alegría que se veían como una pareja sublime, aunque Sam siempre la había amado con locura, para él era muy difícil demostrarlo, era un amor intenso que no podía atravesar la fuerte coraza formada durante tantos años y con tanto esmero por sus padres, a pesar de eso Eleonora lo entendía y estaba siempre a su lado.
Ahora la ira y el odio se combinaban con la atroz culpa que le embargaba el alma, su querida Eleonora no podía saber que había recaído en esa terrible adicción que casi los destruye, pero ya no podía resistir la tentación.
Espero a la noche y en el mismo instante en que ella cayó dormida, Sam se levantó como lo venía haciendo desde hace dos noches y fue en busca del licor. Bajó cuidadosamente hasta llegar al lugar donde ocultaba la botella, estaba desesperado necesitaba beber todo lo que pudiera, ya había arruinado todo volviendo a la bebida y sería mejor aprovecharlo para soportar a sus padres, para ahogar toda su ira, todo ese odio acumulado en su interior, pero al sacar la botella volvió a notar que esta no había bajado de nivel, esto lo exaspero, que estaba sucediendo consigo, que le sucedía, ya no podía distinguir entre sus sueños y la realidad, estando ahí no sabía si era real lo que vivía o solo era un juego de su mente mientras él se hallaba dormido en su habitación, se sentía víctima de la locura propiciada por el odio y desprecio profundo hacia quienes se suponía debía amar, acompañado del alcohol que en ese momento lo mantenía como un desquiciado que no tiene certeza de la realidad que le rodea.
Lanzó la botella contra la pared agitándose como un animal para despertar de tan terrible pesadilla, en ese instante escuchó la voz furiosa de su madre, -Que haces Sam? Volviste a reventar la botella de tu padre? Responde tarado!-; mientras su padre vociferaba ferozmente, -No te escondas Red, te voy a encontrar y pagaras por lo que has hecho!-, pero Sam no se escondía, sintió que sus padres habían llegado en el momento justo, con una risa macabra en su rostro se dirigió a ellos, solo quería encontrarlos para darles la bienvenida que se merecen, expresarles con el filo de un cuchillo todos los sentimientos que siempre había ocultado abrió uno de los cajones de la cocina, y alcanzó el más grande que había, al llegar a la sala se encontró a su madre, ahí estaba, de espaldas a él, sin dudarlo un segundo se abalanzó como una bestia salvaje dominada por sus instintos y tomándola del cuello desencadenó toda su furia sobre el pecho de esa grotesca mujer, justo en el corazón arribaron más de un decena de puñaladas, el cuerpo sin vida se escabulló entre sus manos ensangrentadas, la sangre brotaba a borbotones y se esparcía por todo el lugar cubriendo las paredes y todo cuanto había a su alrededor, un rojo intenso, supremamente vivaz comenzó a abarcarlo todo y poco a poco con su resplandor le fue cegando trasladándolo en un instante a la realidad, era ella quien se hallaba tendida a sus pies con un cuchillo clavado en el corazón, era su amada Eleonora.