In Situ
Algo comenzaba a apoderarse de él, apartó su silla de la mesa, inclinó su mirada al suelo con una fuerza capaz de destruir todo el lugar, apretó sus párpados con la intensidad de jamás quererlos volver a abrir y presiono sus encolerizados oídos para tratar de apartarse de lo que le atormentaba. estaba ya destruido por el intenso mar de murmullos que le atravesaban el cerebro sin piedad, y que brotaban sin cesar de cada uno de esos cientos o miles de cerebros de baboso papel que él exprimía cada día para saciar su sed, pero que lo estaban envenenando de a poco. El vómito bullendo en su interior presionaba por salir deseoso de esparcirse sobre todo el suelo, trepando paredes y estantes hasta llegar a gotear del techo cubriendo de pestilencia a todos quienes hacían caso omiso de la situación, y que al agotarse no hubiese más remedio que expulsar por su boca las vísceras que caerían al suelo mostrando la cruda realidad de su interior putrefacto. Pero su alrededor permanecía indemne, todos se inmiscuían en sus deberes, para ellos nada ocurría, pero todos contribuían con un sutil aporte a la espesa sopa que lo estaba matando. ¿Qué hacer cuando el único deseo que se tiene es de destrucción? destruir todo el maldito lugar que lo mantiene en punto de quiebre, levantarse y arrojar sillas por el aire, abalanzarse a destrozar mesas, prender fuego a los estantes que truncan el espacio como moles de... ¿saber? ... que te cortan y despedazan en mil partes. Mejor acabar con toda esta porquería de una vez.